En el prólogo a los Seis problemas para don Isidro Parodi, del bifronte y ficticio escritor H. Bustos Domecq, un tal Gervasio Montenegro tan inventado por Borges y Bioy como el propio autor de apellido compuesto, dice lo siguiente de estos cuentos cómico-policiales en los que un viejo presidiario resolvía desde la cárcel los más intrincados misterios: “Meros títeres de la curiosidad, cuando no presionados por la policía, los personajes acuden en pintoresco tropel a la celda 273, ya proverbial. En la primer consulta exponen el misterio que los abruma; en la segunda, oyen la solución que pasma por igual a niños y ancianos. El autor, mediante un artificio no menos condensado que artístico, simplifica la prismática realidad y agolpa todos los laureles del caso en la única frente de Parodi.” No hay mejor descripción que ésta para empezar a escribir sobre Hermanos & Detectives, la nueva serie televisiva del creador de Los Simuladores y director deEl Fondo del Mar y Tiempo de Valientes, cuya escritura visual es tan cinematográfica como toda su obra previa y es la razón por la que abordamos el estreno semanal de sus capítulos en una sección como ésta, que no suele estar dedicada a los estrenos de la pantalla chica. Pero sucede que todo lo hecho hasta aquí por Damián Szifrón puede verse también como (a)parte del llamado nuevo cine argentino, por lo que no conviene soslayar ninguna de sus producciones. Montero es un joven teniente de la policía federal que, de buenas a primeras, se entera de que tiene un medio hermano de diez o a lo sumo once años, usa unos anteojos con cristales de culo de botella, está dotado de una inteligencia extraordinaria que cultiva con cuanto libro se le cruce, y del que debe hacerse cargo a partir de ahora. Este chico será el Isidro Parodi de la serie, desentrañando los casos más complejos gracias a una lógica tan escrupulosa que delata el cariz humorístico de toda la situación. Es cierto que Lorenzo no está encerrado como Parodi y son varios los capítulos en los que tiene acceso al lugar del crimen, pero la enorme distancia que existe entre las evidencias mínimas de que dispone y las exitosas y exhaustivas conclusiones a las que llega son tales que da lo mismo donde se encuentra. Lorenzo no precisa haber estado ahí para saber qué pasó. Su hermano le informa los hechos y es como si metiera trozos de fruta en una multiprocesadora: la cabeza de Lorenzo arroja siempre un licuado que coincide con la realidad o, más aún, que distingue la verdad de las engañosas, y azarosas, apariencias que visten la superficie de la realidad. Aquí entramos de lleno en el corazón de la ficción: la cabeza de Lorenzo es como la cabeza de un guionista (o dos, dado el caso, el mismo Szifrón y Patricio Vega, autor de la idea original), como el detrás de bambalinas de un teatro, y Hermanos & Detectives es la puesta en escena de esa construcción. Incluso hay un capítulo en el que Lorenzo resuelve, casi siempre fuera de campo y sentado en las butacas de un teatro vacío, el crimen de un actor asesinado durante la función. Para lograrlo, el pibe les pide que representen la obra sólo para él, de modo que casi no lo vemos nunca pues la cámara nos sitúa en el mismísimo escenario. Nosotros también pasamos a ser actores de una ficción extraordinaria en vez de ocupar el cómodo (aunque a veces sufrido) lugar de espectadores condenados a ver cómo se divierten los otros, que es lo que sucede cuando la televisión o el cine nos ofrecen teatro filmado, para luego juzgarlos favorable o desfavorablemente pero siempre desde afuera.
Hermanos & Detectives hace todo lo contrario. Nos incluye en una aventura cada vez más excitante y en la que, como toda aventura que se precie de tal, importa el trayecto y junto a quiénes se lo recorre mucho más que la meta perseguida o el móvil del viaje. Por eso finalmente podemos ver a los crímenes y a la institución policial como cuidadosos puntos de partida, conductores narrativos o esqueletos argumentales alrededor de los cuales se juntan Franco (que a esta altura no puede ser otro que Rodrigo de la Serna), Lorenzo (que no admite un rostro distinto al de Rodrigo Noya), Pacheco (el policía compañero de Franco), Marcelita (la chica que trabaja en el bar y de la que Montero está enamorándose), y un comisario que por ficticio no deja de ser corrupto, pero supeditados a la evolución de los vínculos entre los personajes. Como en los thrillers del cineasta hongkonés Johnnie To, las idas y vueltas de las relaciones establecidas entre los personajes acaban por involucrarnos tanto que el sesgo policial de la serie se torna subalterno, rigurosamente construido pero dependiente del devenir de los encuentros y desencuentros emotivos del grupo.
Decíamos al principio que Szifrón se posiciona, cada vez más, en un lugar propio y distinto dentro del panorama cinematográfico nacional. Y ello es así, en primer lugar, porque comenzamos conociéndolo gracias a las dos magistrales temporadas de Los Simuladores en televisión, para luego filmar su opera prima. Pero también porque su amor por el cine clásico —toda una pasión anacrónica en sí misma— y sus estructuras narrativas parecen alejarlo de la mayoría de los jóvenes cineastas argentinos, casi todos ellos embarcados, más por falta de ductilidad que voluntariamente, en búsquedas menos populares. Lo masivo en Szifrón, sin embargo, se da sin que haya tenido que pagar precio estético alguno, puesto que concibe al cine a la manera americana (la televisión sería su propio sistema de estudios, y el amplio repertorio de actores de los que se vale, su personal star-system) pero sin demagogia. Como un divertimento cuidadosamente planificado, como un trabajo placentero o como un artificio —Montenegro, Bioy o Borges dixit— no menos condensado que artístico.
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Hermanos & Detectives. Dirección: Damián Szifrón. Guión: Patricio Vega, Damián Szifrón. Intérpretes: Rodrigo de la Serna, Rodrigo Noya, Carlos Moreno, Osky Guzmán y María Marull, con actuaciones de Nancy Dupláa, María Socas, Luis Ziembrowski, Mónica Galán, Miguel Habud, Antonio Ugo y Luis Machín.
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